En las calles del pintoresco poblado de Ocotepec, ubicado al norte de Cuernavaca, las tradiciones se entrelazan con el respeto y la solemnidad. Aquí, donde las campanas repican anunciando la llegada de las almas, se lleva a cabo una de las ceremonias más conmovedoras del Día de Muertos: “La Cereada”, considerada, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO por su riqueza cultural.
Manuel Rendón, cronista y promotor de esta comunidad, comparte con orgullo los detalles de esta celebración única. La sereada es una ceremonia que se realiza en honor a los difuntos recién fallecidos, a quienes se les dedica una “ofrenda nueva”, como parte de un ciclo de rituales que conectan el presente con la historia del pueblo.
Pues ya una vez, cuando pasan los nueve días del novenario después de haber fallecido el difunto o la difunta, se preparan un mes antes con anticipación para qué se vienen las ofrendas nuevas. Se pone la mesa y se coloca, pues, la fruta, el pan, el plátano y todo lo demás que se le pone para hacer un cuerpo simulado y una vez se cubre con un mantel blanco y ya se le pone su ropa favorita a la persona.
Manuel Rendón, Cronista y promotor cultural Ocotepec
El meticuloso proceso de preparación, puede tomar meses para asegurarse de que cada detalle esté perfecto.
Bueno, no debe de faltar la ofrenda, es la foto de la persona, su comida favorita. El principal que le ponen es el mole para los adultos. Si es para los niños se le pone su mole verde y sus tamales de sal. Y se le pone también, además de todo eso, sus flores, sus cuatro ceras y ya una vez se pone un caminito lleno de cempasúchil para llegar a la puerta donde lo reciben hasta conducir hasta el altar donde está expuesta su ofrenda.
Manuel Rendón, Cronista y promotor cultural Ocotepec
Una de las ofrendas especiales, es la que se coloca desde el 18 de octubre, dedicada a aquellos que perdieron la vida de manera trágica o en accidentes, un recordatorio de lo acontecido con jóvenes de la comunidad que fueron fusilados durante la Revolución Mexicana.
Bueno, pues esta tradición surgió cuando estaba la revolución en el año de 1914, de acuerdo que nos platicaron los abuelitos. Fue cuando los soldados federales del gobierno llegaron aquí al pueblo y fusilaron a toda la gente de aquí, de esta comunidad. En este caso eran jóvenes que nos iban a reclutar ahí en el ejército y supuestamente, pues se negaron y ya fueron sacados de sus casas y fueron fusilados sin piedra a estos jóvenes.
Manuel Rendón, Cronista y promotor cultural Ocotepec
La procesión de los días 31 de octubre y 1 de noviembre es un momento clave, en el que los habitantes, con velas en mano, se dirigen al cementerio para honrar a sus seres queridos. Las tumbas se adornan con coloridos altares y los familiares se sientan a compartir alimentos junto a las sepulturas, en un ambiente de respeto y recogimiento.
Lo más impresionante para los visitantes, tanto nacionales como extranjeros, es la dedicación y el respeto con que cada ofrenda es realizada… A cambio, quienes visitan estas ofrendas son recibidos con generosidad, ofreciendo: pan, tamales y ponche, en un gesto que refleja la esencia de la comunidad.
Manuel Rendón, Cronista y promotor cultural Ocotepec… Ya una vez, cuando llega a la casa del doliente, le da una vela y ya una vez se le ofrece alimentos para nuestros visitantes y es lo que comparten entre ellos. No es ninguna fiesta, ninguna festividad, si no estamos recordando a nuestros fieles difuntos que han fallecido, entonces debe hacerse con el debido respeto a visitar nuestras ofrendas.
Manuel Rendón, Cronista y promotor cultural Ocotepec
Además, Ocotepec ha tomado iniciativas para preservar no solo sus tradiciones, sino también el medio ambiente. Desde 2019, han erradicado el uso del unicel. Por lo que invitaron a los visitantes a traer sus propios jarritos para recibir las bebidas y generar una conciencia ambiental en el poblado.
Ocotepec no solo guarda celosamente su pasado, sino que lo ofrece generosamente a quienes se acercan con el corazón abierto. En estas fechas, las calles se llenan de vida, de historia y de respeto por aquellos que ya partieron.